jueves, 10 de marzo de 2016

Cosas que una piensa a veces

Ilustración: Agustina Guerrero, La Volàtil

A mi me maravilla la vida. Lo digo en serio, me alucina a veces. Hoy sin ir más lejos le contaba a mi compiamiga LVM que me sentía muy mal por varias cosas que parecían haberse "desordenado" a mi alrededor. Bueno no, que se van a desordenar ni que leches, ya he querido ponerlo en bonito, y no. Son varias cosas que me tienen algo alterada por diversos motivos y que además algunas no tienen ninguna conexión con las otras: unas me han causado tristeza por ser inevitables, otras me la han causado por ser evitables, otras no me han causado tristeza , solo malestar, y otras me han generado unas ganas tremendas de empezar a soltar guantás con la mano abierta ... todo eso junto me pasa pocas, poquísimas veces. Normalmente, y sobretodo últimamente, suelo canalizar bastante bien todos estos sentimientos, de forma que no llegan a apoderarse de mí. Para conseguirlo tuve que someterme a una auto disciplina de auto control para no llamar imbéciles a más de dos y más de tres cada vez que abrían la boca (o le daban a las teclas, que para el caso es lo mismo), pero la terapia no sirvió, lo reconozco y las ganas de llamar imbéciles a los imbéciles persistían. Pero es que  llamar imbécil a alguien seguramente es caer en algo que yo misma deploro, y es que el insulto es el recurso más fácil de quien tiene poca razón, mínimos recursos y ningún argumento (menos Pérez-Reverte, ese puede llamarte imbécil y como le preguntes te suelta doce mil quinientos argumentos correlativos y por orden alfabético si hace falta. Que tío). Así que como de lo que estoy totalmente convencida es de que no hay que discutir con imbéciles porque su carencia de talento para exponer con coherencia sus ideas,  la suplen con unas palabras tan malsonantes como simplonas con las que creen que te están hiriendo en lo más profundo de tu ser o que están siendo tan transgresores que lo que pasa es que tienes envidia de su osadía y "sinceridad" (¿?) y es que nunca antes, había visto, oído o leído a tanto cenutrio (cenutrio es insulto?ay, ahora no sé) auto proclamarse "sincero" simplemente por ser capaz de soltarle un improperio de lo más primitivo a otro, y muchas veces por causas de lo más cochambrosas, y como no tengo tiempo para estos juegos estériles, pues ... que no discuto. Y ya puestos no discuto con nadie, ni imbéciles ni no-imbéciles. He desarrollado un dispositivo invisible que llevo incorporado a mi cabeza y se pone en acción cuando empieza a oír sandeces y/o polémica bajando automáticamente cualquier decibelio que garganta humana pueda emitir.
Hay gente que se piensa que soy sorda del todo, o que tengo una sobrenatural capacidad de concentración, pero no, es el interruptor que se activa y me pone en OFF el solito. Como es imaginario, solo lo veo yo, o sea que no me afea la cabeza ni nada, y es gratis tanto el interruptor como  la instalación. (Una cosa, algo sorda sí que soy, pero a ratos)
Bueno, que me he ido por las ramas, decía que le contaba mis pensamientos a mi compiamiga LVM, y ella escuchaba pacientemente y casi en silencio hasta tal punto que pensaba que quizás estaba tan ocupada que no me estaba escuchando, así que la he dejado con sus cosas. 
Al cabo de un rato LVM me aparece con un sobre blanco, y me dice que lo abra más tarde. En su interior esto:





Hace días ella misma me descubrió a Agustina Guerrero, la ilustradora y creadora de ese cuaderno y su alter ego "La Volátil", esa mujer tan divertida con el jersey a rayas,  porque regaló un cuaderno suyo a una amiga convaleciente, y a mí me encantó tanto que empecé a indagar en esta ilustradora, a la que dedicaré un post en el apartado de Ad-Mira dentro de poco. Me he quedado alucinada. En el interior del cuaderno esa sencilla nota, y después unas pocas palabras: "hace días que te la quería regalar, porque vi cuanto te gustó" . Pues sí, LVM escucha, no solo oye, mira, no solo ve, y ha querido alegrarme el día que era bastante feo por cierto, por que cuando ella ha salido me he fijado en que llovía. Utilizaré ese cuaderno para escribir lo que se me ocurra, lo que me apetezca, lo que me nazca pero espero ser capaz de transmitir siempre algo positivo, sensible, que aporte alguna cosa, como la persona que me lo ha regalado. Porque lo que podía haber sido un muy mal momento alguien lo ha convertido en una sonrisa con un cuaderno en blanco, los dibujos de una tía muy graciosa con un moño, y un buen puñado de generosidad. Que fácil era, y que difícil me lo ponía yo.
La Volátil es el otro "yo" de Agustina Guerrero

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